




Capítulo 5: La danza del deseo
Enora siempre se había enorgullecido de su independencia y autosuficiencia. Era una mujer fuerte, tanto física como mentalmente, pero al escuchar lo preocupados que estaban sus padres por ella, viviendo sola en la ciudad.
Para complacerlos, y encontrar una salida para sus frustraciones, Enora decidió que quería inscribirse en clases de autodefensa. Aún creía que no era necesario, pero si eso lograba que sus padres la dejaran en paz, tal vez valdría la pena.
Al entrar al gimnasio, Enora fue recibida por el sonido de pesas chocando y el zumbido tenue de conversaciones. El ambiente estaba cargado de energía, y sintió una oleada de emoción recorrer sus venas. Abriéndose paso hacia la recepción, Enora se presentó a la recepcionista y expresó su interés en las clases de autodefensa. La recepcionista, una mujer amigable con una sonrisa cálida, le entregó un formulario de inscripción y le explicó el horario de clases.
Enora rápidamente llenó el formulario y lo devolvió, su anticipación creciendo con cada momento que pasaba. Estaba lista. Mientras esperaba que comenzara la clase, Enora decidió echar un vistazo alrededor del gimnasio. Era una instalación espaciosa, con equipos de última generación y mucho espacio para entrenar. Las paredes estaban decoradas con carteles motivacionales y espejos, reflejando la determinación en los ojos de los asistentes al gimnasio mientras se esforzaban al máximo.
Lucas supuestamente estaba escuchando a su recepcionista, quien le estaba hablando sobre nuevas inscripciones, cuando vio a una mujer que nunca había visto antes en el gimnasio. Su cabello castaño recogido en un desordenado moño en la parte superior de su cabeza, su increíble cuerpo vestido con un top corto y mallas ajustadas que mostraban su figura de reloj de arena. No podía apartar la mirada de su silueta. Cuando ella se dio la vuelta y caminó hacia la sala donde comenzaría la próxima clase, vio cómo sus pechos rebotaban con cada paso que daba. Los ojos de Lucas se desviaron hacia sus ojos azules, cuando sintió que esta atracción hacia ella se consolidaba. Sabía que esto tendría que ser el vínculo de pareja.
Lucas despreciaba el vínculo de pareja con cada fibra de su ser, pero si su pareja se veía así, bien podría usarlo para el sexo. Tal vez lograría que ella se interesara en sus preferencias que eran un poco más atrevidas.
Lucas se dirigió también a la sala porque él iba a enseñar la clase de autodefensa. Debía ser su día de suerte porque la mujer entró.
Enora tomó un lugar cerca del fondo de la sala, sus ojos escaneando el área con una mezcla de determinación y curiosidad. Lucas no podía apartar la mirada de ella, sintiendo una atracción irrefrenable hacia ella que no podía ignorar. Sabía que debía mantener la compostura, pero el vínculo de pareja lo urgía a buscarla, a reclamarla como suya.
—Bien, todos —anunció Lucas, su voz captando la atención mientras se dirigía a la clase—. Bienvenidos a esta clase. Mi nombre es Lucas, y seré su instructor hoy. Antes de comenzar, quiero recordarles a todos que el propósito de esta clase es enseñarles cómo protegerse en situaciones peligrosas. No se trata de fuerza bruta o agresión, sino de usar su cuerpo y mente para superar a su oponente y escapar ilesos. Ahora, empecemos.
Enora escuchaba atentamente mientras Lucas explicaba los fundamentos de la autodefensa, sus palabras resonando en ella a un nivel más profundo. Siempre había estado fascinada por las artes marciales y las técnicas de combate, pero nunca había tenido la oportunidad de aprenderlas adecuadamente. Ahora, con Lucas como su instructor, sintió una oleada de emoción y anticipación recorriendo sus venas. Seguramente, no tenía nada que ver con la atracción que sentía hacia Lucas.
A medida que avanzaba la clase, Lucas demostraba varias técnicas para escapar de agarres, enfatizando la importancia de mantener la calma y la concentración bajo presión. Enora lo observaba atentamente, estudiando cada uno de sus movimientos con total atención. Había algo en la forma en que se movía, en cómo se comportaba, que la cautivaba, atrayéndola como una polilla a la luz de una vela.
Lucas había llamado a practicar los movimientos, y Enora estaba decidida a tomárselo en serio. Pero en medio del ajetreo, Enora no podía sacudirse la sensación de que alguien la estaba observando. Miró alrededor de la sala, sus ojos buscando la fuente de la sensación, y fue entonces cuando lo vio. Lucas estaba de pie a un lado, con la mirada fija en ella con una intensidad que le erizaba la piel.
Por un momento, sus miradas se encontraron, y Enora sintió como si pudiera ver directamente en su alma. Había algo crudo y primitivo en la forma en que la miraba, algo que despertaba un anhelo profundo en ella que no podía explicar del todo.
Antes de que pudiera reflexionar más al respecto, Lucas llamó a hacer un ejercicio en pareja, y Enora se encontró emparejada con él. Mientras se enfrentaban, con sus cuerpos a centímetros de distancia, no pudo ignorar la tensión eléctrica que chisporroteaba entre ellos.
—Bien, todos —anunció Lucas—. Formen parejas y practiquen la técnica de escape de muñeca que acabamos de cubrir. Recuerden, la clave es usar el impulso de su oponente en su contra. ¡Vamos a ver qué tal se les da!
Enora intentó concentrarse en las técnicas de autodefensa que estaban practicando, pero la proximidad de Lucas y los sutiles toques enviaron sus sentidos al límite. Cada roce de su mano contra la suya, cada roce accidental de sus cuerpos, avivaba el creciente fuego del deseo en su interior.
Por otro lado, Lucas no podía negar el impulso primitivo que latía en él mientras se movía en sincronía con Enora. Su cuerpo zumbaba de anticipación, sus sentidos agudizados por el embriagador aroma de su excitación. No quería ceder al vínculo de pareja, pero la atracción magnética entre ellos era innegable.
Con cada movimiento practicado, la tensión entre ellos se hacía más densa, el aire cargado de una energía eléctrica que chisporroteaba con deseo crudo. El aliento de Enora se entrecortó cuando la mano de Lucas bajó por su brazo, su tacto enviando escalofríos por su espalda.
Sus miradas se encontraron, y por un momento, el tiempo pareció detenerse mientras eran consumidos por la intensidad ardiente de su atracción mutua. El corazón de Enora latía con fuerza en su pecho cuando Lucas se acercó más, con sus labios tentadoramente cerca de los suyos.
De repente, el hechizo se rompió cuando la clase llegó a su fin, y Lucas se apartó, rompiendo la conexión íntima entre ellos. Las mejillas de Enora se ruborizaron de vergüenza al darse cuenta de lo atrapada que se había sentido en el momento.
—Gracias por la clase, Lucas —dijo Enora, su voz apenas por encima de un susurro mientras recogía sus cosas—. Nos vemos la próxima vez.
Lucas asintió, con una expresión impenetrable mientras la veía salir de la sala. Sabía que debía mantenerse alejado, que ceder al vínculo de pareja solo complicaría las cosas aún más. Pero mientras veía a Enora alejarse, no pudo evitar querer introducirla en sus gustos sexuales.
Mientras Enora se dirigía a casa, su mente bullía con pensamientos sobre Lucas y la química innegable entre ellos. No podía sacudirse la sensación persistente de su tacto, la forma en que sus manos habían sentido contra su piel enviándole escalofríos por la espalda. A pesar de todo, intentó restarle importancia como una mera atracción, aunque sonara estúpido.
Mientras tanto, Lucas luchaba con su propio tormento interno, dividido entre su deseo de resistir el vínculo de pareja y su creciente atracción por Enora. Sabía que debía mantenerse alejado, pero el impulso primal de reclamarla como suya era demasiado fuerte para ignorarlo. Mientras contemplaba su próximo encuentro, una idea traviesa comenzó a formarse en su mente.