Capítulo 1.
Me senté cruzada en el sofá, con mi CD de Kenny G sonando suave y tranquilizador en segundo plano.
Con el libro en mano y relajándome en el sofá, esperaba, como cada noche, a él, Keith, mi esposo.
Llevamos casados 2 años ya, y uno pensaría que me cansaría de esperarlo, haciendo lo mismo, solo para que él apenas reconozca mi existencia. Pero no, la esperanza de ese día todavía persiste.
Keith Salvatore es un exitoso CEO y dueño de Salvatore Enterprises y otros negocios, de 26 años, guapo, talentoso y con una presencia llena de autoridad y un poco de misterio. Es el tipo de persona que trabaja bien bajo presión, nunca actúa precipitadamente en sus decisiones y tiene una forma de expresarse con las palabras más simples.
Siendo directo y a veces brusco, me encontré escuchándolo la primera vez que nos conocimos, sin necesidad de mucha más explicación sobre lo que quería y necesitaba. Aunque nuestro matrimonio no era por amor, con él ignorándome la mayor parte del tiempo, nunca mostrándome realmente como la mayoría de los esposos hacen con sus esposas.
Aun así, me ha dado pleno derecho de ser una esposa, nunca me presiona para hacer nada, me respeta lo suficiente como para no engañarme, al menos eso es lo que creo, me provee y vivo cómodamente. Lo último (aunque pueda dolerme, lo dejaré así), si alguna vez conoce a alguien que capture su corazón, me lo dirá antes de profundizar en algo.
Prefiero saber que ser sorprendida, donde nunca me di tiempo para prepararme.
En esta espera mía, me aferro a toda la esperanza que tengo en mí, para no rodearme de dudas y creer que algún día, llegará.
La apertura de la puerta principal me hace levantar la vista hacia la entrada de la sala, esperando a que pase.
Sus pasos suenan en el suelo de baldosas, acercándose a la sala hasta que lo veo a punto de pasar de largo y dirigirse hacia las escaleras. Antes de que pueda decir algo, lo veo detenerse en seco y girar la cabeza para mirarme.
Sin perder tiempo, coloco mi libro en el sofá, con cuidado de no perder mi lugar, y me levanto, empiezo a caminar hacia él y contengo la respiración, esperando que no me ignore. Casi suspiro aliviada en voz alta cuando no lo hace y se queda donde está.
Con cuidado de no agobiarlo y mantenerme a unos pasos de distancia, observo todo su cuerpo de 6'3, desde su cabello negro y elegante que parece un poco despeinado, sin duda sus dedos pasando por él. Sus ojos azules cautivadores y hermosos, piel bronceada, tonificada pero suave al mismo tiempo, labios rosados y besables (sonrojándome) y su voz aterciopelada y rica que me pone nerviosa y me llena de mariposas y cosquilleos.
En los dos años que llevamos casados, he llegado a amarlo, no solo eso, sino que estoy enamorada de él y tiendo a darle todo el amor que puedo ofrecer.
"¡Hola!" digo, con la voz más baja de lo habitual en su presencia.
Todo lo que recibo es un asentimiento, bueno, está bien.
"¿Eh, cómo estuvo el trabajo?" pregunto.
"Estuvo bien... el trabajo estuvo bien... Estoy cansado, así que me iré a la cama,"
"Um, la cena está lista y la calentaré rápidamente -" me interrumpo, yendo ya hacia la cocina.
"No tengo mucha hambre" dice él, alejándose.
"Oh... está bien," digo, observando su espalda alejarse antes de regresar a la sala.
Sentada, sintiendo un ligero toque de decepción, intento relajarme y continuar con mi libro, dejando que la música me calme como antes, cuando estaba sola.
El sonido de algo chocando contra el suelo de baldosas me despierta de golpe. Mirando a mi alrededor, no veo nada fuera de lo común. Sintiéndome bastante exhausta y necesitando dormir, me levanto y comienzo a arrastrar mi cuerpo hacia mi habitación, solo para detenerme en seco al escuchar ruidos en la cocina.
Cambiando de dirección y dirigiéndome hacia la cocina, me detengo justo en la entrada, asegurándome de mantenerme fuera de la vista mientras observo a Keith disfrutar de la comida que preparé.
Sin querer molestarlo, lo dejo estar.
Una sonrisa decora mi rostro una vez que estoy acostada en la cama.