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Capítulo 6: Consecuencias de la visión

El corazón de Jessica latía como un tambor de guerra mientras se aferraba a James, su cuerpo temblando incontrolablemente. Las aterradoras imágenes de su visión se repetían en su mente: el rostro cicatrizado del líder de la secta, los cuerpos decapitados de sus amigos y el repugnante altar de huesos. Cerró los ojos con fuerza, pero no logró calmar el terror.

"Shh, te tengo," murmuró James, apretando con fuerza sus dedos alrededor de su tembloroso cuerpo. Su aroma familiar a pino y almizcle la ayudaba a mantenerse en pie, pero el pánico seguía apoderándose de su garganta.

"Fue horrible," balbuceó entre sollozos. "Vi... vi cómo morían todos ustedes. Los mataron y luego... Ellos..."

No pudo terminar la frase, disolviéndose en lágrimas brillantes. James gruñó bajo en su pecho, un sonido a la vez protector y enfurecido. Los demás alfas se acercaron, con el rostro marcado por la preocupación y la furia.

"¿Qué exactamente viste, Jessica?" preguntó Michael, con voz suave pero firme. Siempre el estratega, sabía que necesitaban hechos para enfrentar cualquier cambio en la situación.

Jessica tomó una respiración entrecortada, forzándose a relatar los detalles de su pesadilla. Con cada palabra, las expresiones de los alfas se volvían más sombrías. Para cuando terminó, el aire crujía con una rabia apenas contenida.

"Esos bastardos no podrán tocarte," se enojó Andrew, con los músculos tensos como si estuviera listo para luchar en ese momento.

"Necesitamos un plan," dijo David, con voz firme. "Si esta visión es una advertencia de lo que está por venir, necesitamos estar preparados."

Jessica sintió un agradecimiento profundo por sus amigos, aunque el miedo seguía royendo sus entrañas. Era tan nueva en este mundo de hombres lobo y magia... ¿Cómo podría enfrentarse a un enemigo tan aterrador?

James pareció percibir sus dudas. Inclinó su mentón hacia arriba, sus ojos esmeralda brillando con determinación. "Escúchame Luna. Eres más fuerte de lo que crees. Enfrentaremos juntos esta amenaza, y venceremos."

Su confianza debería haber sido reconfortante, pero Jessica no podía sacudirse el temor que se había instalado en sus huesos. "Pero ¿qué pasa si la visión se hace realidad? ¿Y si los pierdo a todos?"

"No va a suceder, cariño," dijo Matthew con desenfado, mostrándole una sonrisa pícara que no llegaba del todo a sus ojos. "Somos demasiado tercos para morir tan fácilmente."

A pesar de todo, Jessica sintió una pequeña sonrisa asomar en sus labios. Dejaba a Matthew intentar aligerar el ambiente, incluso en ese momento.

"Primero lo primero," dijo Michael, con su mente táctica ya en marcha. "Necesitamos fortalecer la seguridad alrededor del recinto. Nadie entra o sale sin que lo sepamos."

Los demás asintieron, y Jessica se maravilló de lo rápido que pasaron al modo de acción. Aún se sentía débil y sacudida, pero su fuerza la sostenía.

Mientras los alfas discutían sobre rotaciones de defensa y fortificaciones, la mirada de Jessica se desvió hacia el bosque. Los árboles que una vez parecían tan pacíficos ahora se cernían ominosamente, probablemente ocultando amenazas inimaginables. Un escalofrío recorrió su espalda.

"Oye." La voz suave de Christopher llamó su atención. El alfa más joven se agachó a su lado, su expresión traviesa habitual reemplazada por una seria. "¿Estás bien?"

Jessica comenzó a asentir mecánicamente, luego se detuvo. "No," admitió con voz queda. "Tengo miedo."

Christopher tomó su mano, su tacto cálido y reconfortante. "Está bien. Tener miedo no te hace débil. Te hace humana."

Sus palabras la golpearon como un puñetazo en el estómago. Humana. Eso era lo que era, ¿verdad? Solo una chica común arrojada a este mundo de seres sobrenaturales y profecías antiguas. ¿Cómo podría ser la Luna en la que todos creían?

Como si leyera su mente, Christopher apretó su mano. "Eres mucho más de lo que crees, Jess. Todos lo vemos, incluso si tú no lo crees."

Antes de que pudiera responder, un aullido resonó a través de los árboles, largo, melancólico y lleno de advertencia. Los alfas se tensaron de inmediato, girando la cabeza hacia el sonido.

"Intrusión en el perímetro," gruñó James, ya moviéndose hacia el borde del bosque. "Quédate aquí con Jessica," ordenó a Christopher y David.

Los demás siguieron a James, transformándose en sus formas de lobo mientras corrían. Jessica los observó alejarse, con el corazón en un puño. El aullido se repitió, esta vez más cerca, acompañado por los sonidos de gruñidos y mandíbulas chasqueantes.

"¿Qué está pasando?" preguntó, odiando lo pequeña y asustada que sonaba.

La expresión de David se volvió sombría. "Parece que tenemos visitantes no deseados."

Los minutos se estiraron como horas mientras esperaban por noticias. Jessica caminaba inquieta, saltando ante cada estruendo distante o aullido. Se sentía tan inútil, atrapada aquí mientras sus amigos luchaban contra lo que fuera que estuviera en los bosques.

Finalmente, el sonido de pasos acercándose los hizo girar a todos. James emergió de entre los arbustos, su ropa rasgada y salpicada de sangre. El corazón de Jessica saltó a su garganta.

"¿Estás herido?" gritó, corriendo hacia él.

James negó con la cabeza, atrayéndola hacia él. "No yo," dijo bruscamente. Sus siguientes palabras la helaron hasta los huesos: "Era un grupo de reconocimiento. Humanos. Tenían armas de plata y ajenjo."

La sangre de Jessica se heló al comprender las implicaciones. Esto no era un ataque aleatorio. Alguien sabía exactamente con qué estaban lidiando, y cómo hacerles daño.

"¿Los demás?" preguntó David con firmeza.

"Manejando los cuerpos," respondió James, con la voz dura. "No podemos arriesgarnos a que los encuentren."

Jessica se sintió enferma. Sabía que era necesario, pero la forma casual en que discutían la eliminación de restos humanos la horrorizaba. Esta era la realidad del mundo al que ahora pertenecía: matar o ser matado.

"¿Los reconociste?" preguntó Christopher. "¿Alguna señal de...?" Miró significativamente a Jessica, refiriéndose claramente a la secta de su visión.

La mandíbula de James se tensó. "No hay marcas de la secta evidentes, pero eso no significa mucho. Podrían ser mercenarios."

Un pesado silencio cayó sobre el grupo. La mente de Jessica corría con posibilidades aterradoras. ¿Cuánto tiempo antes del próximo ataque? ¿Cómo podrían combatir a un enemigo que ni siquiera podían identificar?

"Tenemos que movernos," dijo James de repente. "El recinto ya no es seguro. Nos encontraron una vez, pueden encontrarnos de nuevo."

"¿Mover a dónde?" preguntó Jessica, el pánico creciendo en su pecho. La idea de abandonar el único lugar donde se había sentido segura durante toda esta pesadilla comenzaba a resultar aterradora.

James la miró, sus ojos suavizándose ligeramente. "Conozco un lugar. Una antigua fortaleza, escondida en lo profundo de las montañas. Está bien oculta y fácilmente defendible."

"¿Cuándo nos vamos?" preguntó David, ya moviéndose para reunir recursos.

"Tan pronto como los demás regresen," respondió James. "Viajaremos ligero y rápido. Jessica..." Se volvió hacia ella, su expresión grave. "Sé que es mucho. Pero necesito que confíes en mí. ¿Puedes hacerlo?"

Jessica lo miró, absorbiendo la fuerza y determinación que irradiaba de cada línea de su cuerpo. A pesar de su miedo, a pesar del caos que los rodeaba, sintió un impulso de... Algo. No exactamente confianza, pero una chispa de esperanza.

Asintió, enderezando los hombros. "Confío en ti."

La sonrisa de James en respuesta fue feroz y orgullosa. Se inclinó, presionando un beso en su frente que le envió una cálida sensación por todo el cuerpo.

"Así es mi Luna," murmuró.

Mientras los demás regresaban y se preparaban para su partida apresurada, Jessica intentaba calmar la tormenta de emociones que rugía dentro de ella. Todavía tenía miedo, aterrorizada, para ser honesta. Pero debajo de ese miedo, una pequeña semilla de determinación había echado raíces.

Podría ser débil ahora, una chica humana fuera de lugar en un mundo de monstruos y magia. Pero también era la Luna, elegida por el destino y unida a siete de los hombres lobo más poderosos vivos. Sea lo que fuera que viniera a continuación, cualesquiera horrores les esperaran, ella lo enfrentaría.

Por sus amigos. Por ella misma. Por el destino por el que todos luchaban desesperadamente por proteger.

Mientras el amanecer rompía sobre las montañas, pintando el cielo en tonos de rojo y oro, la manada se alejaba de la única casa que Jessica había conocido en esta nueva vida. El viaje por delante estaba lleno de peligros, pero al mirar los rostros decididos de sus alfas, sintió un destello de esperanza.

Sobrevivirían. Debían hacerlo.

Poco sabía Jessica que el verdadero examen de su fuerza, y la profundidad de su vínculo con los alfas, apenas comenzaba.

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