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Capítulo 3: Formación de vínculos

Durante los próximos días, Jessica intentó asimilar las revelaciones que James y la manada le presentaron. La existencia de hombres lobo, antiguas jerarquías de manadas, batallas territoriales... era como sacado de una novela de fantasía. Pero lo que más la perturbaba eran las profecías que unían su destino a estos siete alfas hombres lobo.

Según James, ella era la Luna profetizada, una poderosa loba hembra con la capacidad de unir a los alfas y levantar una antigua maldición que amenazaba con dividir a su especie. Su insistente afirmación de que pertenecía a todos ellos debería haber hecho huir a Jessica gritando. Sin embargo, cada vez que estaban cerca, su cuerpo parecía vibrar con un extraño reconocimiento innegable.

Durante los momentos de descanso entre las intensas sesiones de entrenamiento de Jessica para dominar sus recién descubiertas habilidades sobrenaturales, cada alfa hacía sutiles esfuerzos para conectar con ella a su manera.

James era el líder firme que la mantenía centrada. Michael calculaba estrategias y agudizaba su mente. David ofrecía una presencia gentil y protectora que le brindaba descanso en medio de los abrumadores cambios. La juguetona rudeza y los chistes de Andrew la sacaban de quicio, pero lograban hacerla sonreír a pesar de todo.

La mañana en la que encontró a Matthew meditando sin camisa en un rayo de sol, sus músculos tensos brillando con sudor, el aliento de Jessica se detuvo de una manera inquietante. Cuando abrió un ojo azul y mostró esa sonrisa pícara, sus mejillas se calentaron.

—¿Te gusta lo que ves, cariño? —preguntó Matthew.

Jessica apartó rápidamente la mirada, murmurando sobre exposición indecente mientras Matthew se reía con voz ronca.

Daniel atrajo su ojo artístico con su pura fisicalidad, toda su potencia sinuosa e intensidad sombría bullendo bajo la piel bronceada. Incluso al lanzarla al suelo durante los ejercicios de combate, su gentileza nunca dejaba de sorprenderla.

Y luego estaba Christopher, el más joven pero el más feroz del grupo. Cada mirada ardiente de esos ojos de jade dejaba a Jessica al descubierto, invitándola a explorar la pasión desenfrenada que albergaban como compañeros.

No podía negar la energía cósmica que pulsaba entre ella y estos alfas. Pero forjar un futuro con no solo un compañero, sino con siete, parecía completamente imposible... ¿o no?

Sus pensamientos se dispersaban cada vez que James la apartaba, sus manos callosas sosteniendo su rostro mientras la miraba con ternura fundida.

—Sé que esto es abrumador —su timbre profundo la calmaba—. Pero necesitas confiar en lo que sientes. Vamos a superar esto juntos.

Justo cuando esas palabras reconfortantes envolvían a Jessica como un cálido abrazo, un aullido ominoso atravesó la noche.

Jessica se crispó instantáneamente, sus instintos ahora lo suficientemente aguzados como para percibir la alarma en ese aullido inquietante. Los siete alfas se pusieron en alerta máxima, abandonando abruptamente los lazos que habían estado cultivando con ternura.

—Quédate aquí —ordenó James bruscamente, su mirada de jade endureciéndose como pedernal mientras él y los demás se lanzaban en forma de lobo a investigar. Jessica intentó protestar inútilmente, pero la manada ya se había ido, dejándola sintiéndose impotente y frustrada.

Fue después de la medianoche cuando finalmente regresaron, desgastados y graves. Para horror de Jessica, Andrew era sostenido a cada lado por sus hermanos, su pelaje leonado empapado de sangre y su poderoso cuerpo sacudido por escalofríos.

—¿Qué pasó? —gritó, corriendo hacia adelante pero quedándose helada al ver el dolor reflejado en los ojos de James.

—Fuimos emboscados —gruñó, el dolor y la furia saturando cada sílaba—. Por los secuaces de la manada Thornridge.

Christopher escupió una maldición, acercando aún más a un tembloroso Andrew. —Esos sádicos gusanos nos tendieron una trampa.

—¿Cómo permitieron que los sorprendieran así? —exigió Jessica, con el corazón en la garganta. Conocía la enemistad latente entre la manada de James y la despiadada Thornridge por las historias que había escuchado. Pero nunca esperó tanta brutalidad.

La mirada que le lanzó Matthew estaba herida. —Bajamos la guardia durante... momentos personales —murmuró.

La realización la golpeó al ver la culpa no expresada que pesaba sobre cada uno de ellos. Se habían distraído... con sus esfuerzos por conectar con ella.

—Oye —la voz ronca de Daniel cortó la tensión mientras separaba con suavidad al tembloroso Andrew, dejando rastros de carmesí en sus palmas—. Guardemos los reproches para después. Necesitamos llevarlo a sanar ahora.

Con un asentimiento de acuerdo silencioso, la manada se movió como una unidad perfecta. Mientras recogían a Andrew, James se detuvo junto a Jessica, sosteniendo su rostro para darle una mirada de intensidad abrasadora.

—Esto no ha terminado —juró con un tono de barítono profundo que le estremeció la espalda—. Ni mucho menos.

Su mirada esmeralda ardiente prometía una feroz retribución... y una protección absoluta para su amada compañera, sin importar qué venganza tuviera que desatar.

En ese momento, Jessica sintió que su mundo giraba delirantemente fuera de control pero también se centraba notablemente en torno a este alfa rudo que la mantenía dentro de su órbita irrompible. Mientras los demás se llevaban a Andrew para curar sus heridas, James la atrajo contra su torso esculpido en granito, rodeándola con su aroma y poder alfa abrasadores.

Ninguno de los dos sabía qué cataclismo les esperaba, pero Jessica se dio cuenta con una claridad sorprendente de que su destino más profundo era enfrentarlo junto a estos compañeros destinados... estuviera lista o no.

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