Read with BonusRead with Bonus

CAPÍTULO TRES

09:15 — Mansión de Thompson — Habitación de Thomas — Nueva York — EE.UU.

Elizabeth.

Siento mis venas palpitar mientras él se acerca a mí.

—Ve a mi habitación, Elizabeth, espérame allí —habla en un tono severo.

—Sí, señor.

Mis piernas son como gelatina. Estoy tan nerviosa, tan asustada de lo que me hará. Subo los escalones con dificultad, apoyándome fuertemente en la barandilla para no tropezar y tener un accidente. Ansiosa, llego a la habitación de Dylan y entro lentamente, caminando hacia la cama, con los ojos fijos en el suelo.

Respiro hondo, esperándolo, y, después de unos segundos que parecen una eternidad, escucho la puerta abrirse, el perfume masculino y potente exhalando en el ambiente, y me muerdo los labios cuando lo siento caminar hacia mí.

—Mírame.

Con gran temor, levanto la cara, mirándolo. Vaya, es realmente guapo. Es alto, con piel bronceada, bien musculado, y tiene una pequeña barba, lo que lo hace muy atractivo, su cabello es castaño oscuro y sus ojos son marrón claro, cambiando rápidamente a verde, dependiendo de la posición de la luz.

—Rompiste una regla, Elizabeth —dice, y siento mis manos sudar.

—Yo... lo siento, señor Dylan. No fue mi intención romper esta regla —mi discurso sale demasiado rápido, un hábito que tengo cuando estoy visiblemente asustada.

Él sonríe ligeramente.

—Quítate la ropa. Quiero verte completamente desnuda ante mí.

Abro los ojos, bastante atónita por esto.

—P-pero...

—¿Estás tratando de responder, Elizabeth? —me interrumpe. Me muerdo el labio un poco fuerte.

—No, señor —bajo la cabeza con gran miedo y decido obedecerlo, no quiero morir.

Empiezo a quitarme la ropa con la mayor vergüenza del mundo, también me quito el sujetador, con los ojos cerrados, desanimada con la idea de enfrentarlo después de eso.

—¡Mírame, Elizabeth! —lo exige y, resignada, hago lo que dice.

—Ahora, quítate las bragas.

Trago saliva y llevo mis manos temblorosas al borde de mis bragas, deslizándolas hacia abajo muy lentamente, pasando por mis piernas, y quedo completamente desnuda frente a él.

—Qué vista tan divina —habla, sonriendo, y se acerca a mí, quedando cara a cara. Pasa su mano derecha alrededor de mi cintura, recorriéndome hasta llegar a mi seno izquierdo, que está extrañamente adolorido.

—S-señor... —murmuro, tensa.

—Shhh —pega nuestros cuerpos, haciendo que su pene duro toque mi vientre ya que soy baja y él es muy alto.

—Rompiste una regla, así que serás castigada, querida mía.

Aprieta mis pechos con fuerza, haciéndome gemir de dolor.

—¿Duele? —pregunta, apretando un poco más fuerte.

—S-sí, señor —asiento, mordiéndome el labio.

—Excelente.

Se inclina hacia mi cuello y me da un chupetón tan fuerte que vuelvo a gemir, su mano derecha baja y agarra mi vagina. Me sobresalto por un pellizco en mi clítoris, pero ahora estoy gimiendo de placer porque se siente tan bien. De la nada, siento una fuerte bofetada en mi muslo y grito.

—Ponte a cuatro patas, con el trasero bien levantado para mí —susurra en mi oído.

—Sí, señor.

Le doy la espalda y pongo mis rodillas en la cama, con mi trasero en la posición que él pidió, y siento mi cara arder.

—Qué vista tan maravillosa. —Toca mi vagina, jadeo, pero pronto recibo una firme bofetada en ella.

Duele, puedo sentir su anillo impactando cruelmente en mi área sensible.

—Ah, mi belleza, aún nos divertiremos mucho. —dice, y luego escucho el sonido de su cinturón.

Mi cuerpo se estremece, recordando que todos llevan cinturones de cuero.

—Será mejor que no cometas un error, amor, porque si lo haces, será peor, empezaré de nuevo.

No entiendo y siento una quemazón extrema en mi trasero, haciéndome gritar de dolor.

—¡Cuenta!

—U..Uno.

Pronto, otro golpe de cinturón, más fuerte.

—D..d..dos. —Las lágrimas caen por mis mejillas, y lucho contra el dolor.

—T..tres...

Mi trasero duele mucho, y la fuerza parece aumentar con cada golpe.

—C..c..cuatro.

Cierro los ojos con otro golpe, mi gemido se hace más fuerte.

—¡Cuenta! Recuerda que si te equivocas...

—C..cinco...

—Muy bien.

Otro golpe llega, y las lágrimas no dejan de caer.

—S..s..seis.

—Buena chica, sigue contando.

¡Por favor, para!

—S..siete. —No puedo controlar el llanto, el dolor solo aumenta más y más.

—Ocho. —Los temblores se apoderan de mi cuerpo, y siento que me voy a colapsar en la cama.

—N..nueve. —Grito, ya no soportándolo, y caigo en una escena dramática.

—Será mejor que vuelvas a tu posición, amor. No estoy dispuesto a perder la paciencia contigo.

Mi cuerpo está demasiado débil, pero encuentro la fuerza para volver a la posición anterior. Fueron diez golpes, ¿cuántos más tengo que soportar?

—Continuemos. —Me muerdo el labio inferior hasta sangrar cuando siento otro golpe en mi trasero.


Estoy llorando a mares del dolor, no puedo moverme adecuadamente, ni siquiera puedo sentir mi trasero.

—¿Cuántos fueron, amor?

—Cuarenta... señor. —respondo con gran dificultad.

—Bien hecho, chica lista. —Su tono es halagador, pero no puedo dejar de sollozar. —Ahora mírame.

Intento moverme, pero es imposible. No puedo dejar de gemir de dolor.

—N..n..no puedo... señor. —murmuro, con la voz quebrada.

—Oh, mi pequeña. —Se acerca, acariciando mi cara. —Mírame, amor.

Con gran dificultad, logro girar mi cara para mirarlo.

—Tienes suerte de que fui yo, porque no querrías que Christopher o Lorenzo te hicieran esto, te golpearían hasta que te desmayaras.

Mis ojos se abren de par en par, aterrorizada, y él sonríe ligeramente ante mi reacción.

—Ahora, descansa. Puedes dormir en mi habitación esta noche. —Me da un beso, sorprendiéndome.

—Hay ungüento en ese cajón, puedes ponértelo en tu bonito trasero.

—Duerme bien, amor. —Me besa la frente y sale de la habitación como si nada hubiera pasado.

Lloro de nuevo y mi llanto parece no tener fin, no puedo ni moverme adecuadamente, tanto que termino quedándome dormida, dejando que el agotamiento me venza.

Previous ChapterNext Chapter