




Capítulo 5 La sangre caliente de su palma dejó una marca en su rostro.
Los oídos de Margaret zumbaban y su visión se volvió borrosa por un segundo. Antes de que pudiera reaccionar, el sudor frío ya goteaba por su frente.
Nancy, aún insatisfecha, la abofeteó de nuevo.
Margaret casi cayó al suelo, pero una enfermera de buen corazón la atrapó justo a tiempo. Su visión comenzó a aclararse lentamente.
Nancy la miraba con furia, —¡Hija ingrata! Te dije que no lo hicieras, pero tenías que hacerlo. Te dije que Raymond no era lo suficientemente bueno para ti. ¡Tenía una agenda! No querías al hombre que elegí para ti. Fuiste por Raymond, un huérfano, ¡un guardaespaldas!
—¡Mira ahora este desastre! ¿Cómo nos trató a ti y a nosotros? ¡El negocio de la familia Hughes está en ruinas por tu culpa!
Nancy, aún insatisfecha, con el rostro rojo de ira, levantó la mano para abofetearla de nuevo, pero fue detenida por el personal médico.
Margaret cubrió su rostro dolorido, abrió la boca, pero no salieron palabras.
Todo lo que pudo hacer fue llorar de arrepentimiento.
Marlon, acostado en la camilla, quería decir algo.
—Marlon, Marlon, ¿qué pasa? ¿Qué quieres decir? —gritó Nancy, inclinándose cerca de Marlon, temblando y llorando.
Margaret vio a Marlon, con lágrimas corriendo por su rostro, mirarla a ella, luego a Nancy, y sacudir la cabeza con dificultad.
Margaret también se inclinó cerca de él.
Él, tembloroso, extendió la mano y le secó las lágrimas. Su sangre caliente en la palma se mezcló con sus lágrimas, dejando una marca en su mejilla.
Marlon sacudió la cabeza de nuevo, abrió la boca con urgencia pero no pudo decir nada.
—Marlon, sé lo que quieres decir. Estaba tan enojada que la abofeteé. Ella es nuestra única hija; no la culpo —Nancy cubrió sus labios, las lágrimas cayendo sobre el rostro ensangrentado de Marlon, llorando—. ¡Solo me siento destrozada por Margaret! ¡Me siento destrozada porque nuestra empresa fue arrebatada! Margaret es mi hija; no podía soportar golpearla o regañarla, ¡y ahora hemos llegado a esto!
Antes de que Marlon pudiera entrar en la sala de operaciones, Nancy se desmayó de tanto llorar.
La culpa, el arrepentimiento y la vergüenza retorcían el corazón de Margaret.
El doctor revisó rápidamente la condición de Nancy, y afortunadamente, solo estaba extremadamente angustiada.
Margaret deslizó algo de dinero a la enfermera para que cuidara de Nancy. La enfermera tomó el dinero y le aseguró que se concentrara en reunir el dinero para la cirugía de Marlon.
Tenía una villa a su nombre, que era su hogar conyugal con Raymond.
Valorada en cien millones de dólares, ahora la vendió por cincuenta millones de dólares.
Cuando contactó al agente inmobiliario, el agente sonrió y se golpeó el pecho. —Señora Hughes, su casa está en una ubicación tan privilegiada; definitivamente se venderá rápido.
Pasaron cuatro horas completas, el precio de la villa bajó de cincuenta millones de dólares a diez millones de dólares, y no llegó ni una sola consulta.
Margaret sintió que algo andaba mal. El agente, tartamudeando y bajo presión, finalmente confesó con el rostro rojo. —Señora Hughes, nadie comprará su casa.
Margaret estaba desconcertada. —¿Qué quieres decir?
Una mala sensación se apoderó de ella.
Él bajó la cabeza, frunció los labios y tartamudeó, —Su esposo, el señor Howard, ha dejado claro que cualquiera que se atreva a comprarla estará en su contra. Si realmente necesita dinero, es mejor que se lo pida a él.
Esta frase fue como una daga, abriendo un agujero en su corazón, destrozando su última esperanza.
Se aferró al borde de la mesa, obligándose a mantenerse tranquila.
Tenía que haber una manera.
El teléfono exigiendo dinero volvió a sonar, pero esta vez era la enfermera llamando. —Señora Hughes, su padre se está muriendo, ¿dónde está el dinero? Si no consigue el dinero para esta noche, morirá.