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Capítulo 3 Un día llorarás y me rogarás el divorcio

Raymond se burló:

—¡Voy a iluminar el cielo con fuegos artificiales en tu funeral durante varios días, solo para celebrar tu muerte!

Celebrar su muerte.

El corazón de Margaret, que había estado colgando de un hilo, se hizo añicos al instante, cada fragmento empapado en sangre, imposible de reparar.

Raymond era frío como el hielo con ella. Hablaba de su muerte como si no fuera nada.

Margaret respondió:

—Raymond, si quieres casarte con Sarah, espera hasta que yo esté muerta.

Raymond, el hombre que ella misma había formado, fue arrebatado por Sarah. ¡No podía soportarlo!

Si el dolor era inevitable, entonces que los tres sufrieran.

Él apretó los dientes.

—¡Margaret, un día me rogarás por el divorcio!

Su mirada helada la atravesó, luego dio un portazo y se fue furioso.

Ella no durmió ni un minuto, no porque no quisiera, sino porque simplemente no podía.

Su mente era un caos de recuerdos con Raymond. Cuando se conocieron, él ni siquiera la miraba.

Para él, ella era solo una niña rica y mimada.

Cuanto más la ignoraba, más quería ella conquistarlo.

Le lanzó todo lo que tenía: estatus, poder, dinero y su corazón, todo en su cara.

Finalmente, él cedió.

La madre de Margaret, Nancy Wilson, pensaba que él tenía una agenda oculta.

Pero Raymond juró que trataría bien a Margaret de por vida.

El primer amor te hace tonto e imprudente. Para casarse con Raymond, ella peleó con Nancy, se escapó y hasta hizo una huelga de hambre.

Marlon la amaba demasiado. En el primer día de su huelga de hambre, él cedió y aceptó el matrimonio, incluso convenciendo a Nancy.

En la boda, ella sonreía de alegría. Comparada con la calma de Raymond, ella parecía una guerrera que regresaba de una batalla victoriosa.

Pensar en el pasado hacía que su corazón doliera como loco.

Le tomó años darse cuenta de que su madre tenía razón.

Los ojos cansados de Margaret se dirigieron a la ventana, observando cómo el cielo se aclaraba desde la oscuridad.

En su noche de bodas, Raymond recibió una llamada y se fue corriendo. Ella esperó desde el anochecer hasta el amanecer, justo como ahora.

No tenía ni idea de si él estaba con Sarah esa noche.

Su teléfono sonó. Contestó sin decir una palabra.

La voz frenética de Nancy perforó sus oídos.

—¡Margaret, tu papá acaba de tener un accidente de coche y el conductor se dio a la fuga! ¡Vuelve a casa ahora!

Estaba atónita. ¿Marlon en un accidente de coche?

Él tenía demencia y estaba en una silla de ruedas. ¿Cómo pudo haber tenido un accidente de coche?

La voz de Nancy era urgente y desesperada.

—Margaret, ¿me escuchaste? No hay nadie aquí para ayudar. No puedo levantar a tu papá. No puedo conseguir un taxi y está sangrando mucho.

La voz de Nancy estaba llena de pánico e impotencia, sin escuchar la respuesta de Margaret.

Margaret dijo:

—Mamá, no te preocupes. Vuelvo enseguida.

Margaret ya no se preocupaba por el divorcio. Detuvo un taxi y se apresuró de vuelta a la villa de la familia Hughes.

No muy lejos de la villa, la silla de ruedas estaba volcada al lado de la carretera. Nancy, envuelta en un chal de lana, sostenía a su esposo Marlon, empapado en sangre.

Nancy lloraba desconsoladamente, su ropa manchada de sangre.

Raymond había despedido al conductor y a los sirvientes de la familia.

Nancy no sabía conducir, así que Margaret la ayudó a levantar a Marlon en el coche y se dirigieron al hospital a toda velocidad.

En el hospital, Marlon fue puesto en una camilla y un grupo de personal médico lo llevó de prisa a la sala de operaciones.

Nancy, como familiar, firmó los papeles. La enfermera les dijo que pagaran de inmediato para que la cirugía pudiera comenzar.

Margaret llevó su tarjeta de crédito al mostrador de pagos. Cuando escuchó que la factura era de un millón de dólares, su corazón dio un vuelco.

No tenía suficiente.

El personal del mostrador, notando su vacilación, puso los ojos en blanco con impaciencia.

—¿Vas a pagar o no? Hay una fila detrás de ti. Si vas a pagar, entrega tu tarjeta. Si no, hazte a un lado.

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