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Capítulo 135 Qué maravillosa existencia ha perdido

Leopold tenía un dolor de cabeza terrible y se estaba enfadando cada vez más. Silenció su teléfono y lo golpeó contra la mesa, diciendo con brusquedad:

—Continuemos.

Nadie se atrevió a mirarlo.

Después de que terminó la reunión, Leopold regresó a su oficina, recogió su teléfono y soltó una risa a...