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Capítulo 98 El testigo

Elbert despidió al repartidor y, tan pronto como cerró la puerta, todas las luces se encendieron y todas las máquinas cobraron vida al instante. ¡Era como un mundo de cuento de hadas que de repente cobraba vida!

Elbert caminó directamente hacia el centro de la habitación y se tumbó en la cama suave...