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Capítulo 12 Enviándola a la cárcel

Isaac se tensó ligeramente.

Retiró su mano y colocó una almohada en los brazos de ella, consolándola suavemente.

—No tengas miedo. Estoy aquí, y nadie te hará daño.

Kalista suplicó:

—Entonces prométeme que te quedarás conmigo y no te irás mientras duermo, ¿de acuerdo? ¡Si no lo prometes, no dorm...