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Capítulo 337 El padre que se queda en casa

Isabella, sintiéndose un poco incómoda, dejó lo que estaba haciendo y dijo:

—Perdón por hacer el ridículo.

Esme negó con la cabeza.

—No, solo tengo curiosidad. Nunca había visto a alguien echar tanto azúcar en su café.

Isabella tomó un sorbo y lo encontró perfecto.

—No soporto las cosas amargas...