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VARADO

Capítulo 3

Perspectiva de Kaya.

—¿Qué quieres decir con que me quitarán la casa? —le pregunté al mensajero.

—Bueno... es una tradición de la manada. ¿Espero que lo entiendas? —dijo el mensajero y lo miré con la boca abierta.

¿Entender? —¿Entender qué? ¿Que me quitan la casa por alguna estúpida tradición? ¿Dónde se supone que voy a vivir según esa llamada tradición? —pregunté, mi voz llena de emoción.

—Creo que esa pregunta debería dirigirse al alfa y no a mí, ya que solo soy un simple mensajero y todo lo que digo es lo que me dijeron que dijera —dijo el mensajero e inclinó la cabeza.

—Disculpa mi arrebato. No quise ser tan grosera ni nada por el estilo. Estoy sufriendo mucho y me siento abrumada —dije.

—Puedo entender totalmente tu situación —dijo el mensajero.

—El alfa exige que te presentes ante él, para que puedan hablar sobre la casa y otros posibles temas que necesiten ser discutidos —dijo el mensajero.

—¿El alfa quiere verme? ¿Está exigiendo que deje mi hogar de inmediato? ¿Está tratando de asustarme para que me vaya de mi propia casa? ¿Y si no lo hago? —preguntó una voz en mi cabeza.

—Bueno, no sé qué pasaría, pero te aconsejo que no lo hagas —dijo el mensajero.

—Por aquí, por favor —añadió y comenzamos a caminar de regreso al palacio del alfa.

—¿Estás nerviosa? —preguntó el mensajero mientras caminábamos.

—No estoy nerviosa. Solo estoy preocupada por cómo será mi vida ahora que soy huérfana. Me siento tan abierta y expuesta, mis padres siempre han sido los que me protegían. Aún no tengo un lobo y mis compañeros de edad siempre se burlan de mí. Cada vez que mi papá es el que da la cara por mí, ahora que él se ha ido... ¿quién lo hará? —pregunté, con los labios temblorosos.

—Ahora debes hacerlo tú, querida. Debes defenderte y advertir a los matones que se alejen. No dejes que nadie te pisotee, no tienen derecho a hacerlo. Es tu vida y, tengas o no un lobo, deberías tener la oportunidad de vivirla a tu manera —dijo el lobo mensajero, con voz calmada y reconfortante.

—Es difícil... créeme, varias veces he intentado hacer algo al respecto, pero cada vez terminan empujándome al suelo. Incluso me dijeron que nunca podría tener un compañero —dije, con la voz apenas audible.

—Eso está mal, no te veas a través de sus ojos, ¿de acuerdo, querida? Eres única tal como eres y estoy seguro de que una loba tan bonita como tú nunca será una loba solitaria. Encontrarás un compañero y será uno muy poderoso —me animó el mensajero, apretando suavemente mis hombros.

—Eso espero —dije, con la cara abatida y los ojos grises de tristeza.

—El alfa tendrá piedad de ti, y estoy seguro de que el palacio tiene más que suficiente espacio para alojarte —dijo el mensajero y abrió la puerta de la sala del trono del alfa.

Cerré los ojos y respiré hondo, tratando de recomponerme.

—Entra —dijo el lobo mensajero, con voz baja.

Asentí y apenas había dado mi primer paso cuando escuché un grito fuerte.

—¡Detente! —dijo un guardia del palacio y se paró frente a mí, imponente con su enorme cuerpo.

—Lo siento —gemí y cerré los ojos.

—¿Quién eres y qué asuntos tienes con el alfa? —preguntó el guardia, su voz resonando en las paredes.

—Yo... yo soy Kaya... —me interrumpió el sonido de unos pasos.

—Déjala pasar, el alfa la está esperando —dijo una voz, viniendo desde detrás de mí.

Me giré y vi al joven más apuesto que jamás había visto, sus hermosos ojos parecían absorber mi alma. Sentí que mi mundo se detenía en el momento en que vi su rostro angelical; mi corazón latía tan fuerte que estaba segura de que el guardia podía escucharlo.

—Saludos —dije e incliné la cabeza.

—¿Por qué tanta formalidad? Somos casi de la misma edad. Llámame Lucian —dijo Lucian, el único hijo del alfa.

—No, mi príncipe, no puedo hacer eso. Eres el hijo del alfa. El próximo alfa de la manada DireClaw, no puedo hacer eso, señor —dije, con la cabeza aún inclinada.

Sentí una mano fría en mi hombro y me estremecí.

—¿Puedes dejar de llamarme señor, por favor? Me haces sentir viejo —dijo Lucian y su risa llenó el pasillo.

—Lucian, Kaya. Los he estado esperando —dijo una voz profunda.

—Saludos, alfa —dije e incliné la cabeza.

—Debes ser Kaya. Entra, te he estado esperando —dijo el alfa Silas y entró en su sala del trono.

Apretando el dobladillo de mi vestido con fuerza, no pude evitar sentirme amenazada.

—Kaya, supongo que te ha llegado la triste noticia —comenzó el alfa, su voz era amable y llena de compasión.

—Sí, mi alfa —logré decir, a pesar de la opresión en mi garganta.

—Por favor, acepta mis condolencias. Siempre serán recordados en el corazón de todos los miembros de esta gran manada. Sus actos patrióticos nunca pasarán desapercibidos —habló el alfa y hubo murmullos de sus consejeros.

—Gracias, alfa. Pero tengo una petición. Por favor, escuche a su humilde servidora —dije, con la voz quebrada por las lágrimas.

Sabía que lo que estaba a punto de hacer era inaudito en la manada. Estaba a punto de dar un paso drástico, pero estaba desesperada en este momento. Era una cuestión de vida o muerte.

—¿Cuál es tu petición? Si es apropiada, la concederé —dijo el alfa.

—¿Puedo quedarme con la casa de mis padres? —pregunté y la tensión en el aire de repente se volvió diez veces más espesa.

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