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Morgan pov.

—¿Lluvia? —me encojo de hombros, sin querer que el hombre vea la alegría en mí al saber el nombre del lobo de orejas grises. Le queda bien, con sus seis pies y algunos centímetros de altura.

—Si así lo llaman, entonces sí. ¿Qué haría falta para que te separes de él? —Una nube oscura se posa sobre los ojos de Gerald, pero mantengo la calma. Después de lidiar con Sinclair como mi superior durante dos años, hay muy pocas cosas que aún pueden asustarme. Gerald no es una de ellas.

—No vale ni el chicle raspado de mi zapato. —El desdén en su voz es claro, así que esto va a hacer mi trabajo mucho más fácil—. Lo dejaré ir por cinco mil. —Levanto una ceja.

—¿Por algo que vale menos que el chicle raspado de tu zapato? —Me mira con furia antes de darse cuenta de que soy un cliente potencial y luego sonríe.

—He invertido mucho trabajo en él, ¿sabes? No me está generando el dinero que estoy invirtiendo. Es malo para el negocio. Estoy seguro de que... —Levanto la mano y sacudo la cabeza.

—Ahórrame la lección. ¿Lo compraste internacional o local? Por cinco mil, más vale que sea internacional.

—Local. —Casi echo la cabeza hacia atrás y me río.

—¿Quieres que te lo compre por cinco mil cuando lo compraste local aunque sea internacional? —Este hombre debe estar bromeando, pero no lo está porque asiente, poniéndose un poco rojo alrededor del cuello—. Parece que lo estoy comprando a pérdida. Si lo comprara internacionalmente, lo entendería, pero lo compraste localmente. ¿Cuánto pagaste por él? —Se arregla la corbata, molesto conmigo, así que me recojo el cabello detrás de la oreja, asegurándome de que los tres círculos entrelazados bajo mi oreja izquierda sean visibles.

—Lo conseguí por dos mil quinientos. —Ni siquiera intento ocultar la sorpresa en mi rostro.

—¿Y aun así pides el doble por él? —Respiro hondo y asiento—. Te lo daré por tres mil local y te quito la responsabilidad. —Ofrezco, sabiendo que el trato es demasiado bueno para no aceptarlo. Gerald me mira durante diez segundos antes de asentir—. Es un placer hacer negocios contigo. ¿Tiene alguna marca? —El hombre niega con la cabeza, sin parecer muy contento conmigo, pero no me importa. Yo obtengo a Lluvia y él obtiene más dinero del que gastó, además de ninguna de las repercusiones legales si Lluvia resulta ser un fracaso, cosa que no creo que suceda—. ¿Podemos finalizar el trato después de su combate?

—Claro, si quieres perder tu tiempo viéndolo. De todas formas, no va a ganar. —El hombre murmura y se aleja pisando fuerte. Me dirijo de nuevo al ring de boxeo, observando a Lluvia y al gato rubio lanzarse golpes.

—¿Y bien? —Sonrío a mi amiga, y ella gime, pellizcándose el puente de la nariz con decepción.

—Esto va a terminar mal y no te voy a ayudar cuando lo haga. —Me dice. Me encojo de hombros; no puede ser tan malo como cualquier lío en el que Sinclair nos metió cuando aprobó la expansión tan cerca de Gloss. Si el sector cuatro declara la guerra, al menos habré terminado mi sequía.

Lleva otros diez minutos para que Lluvia logre un nocaut en el quinto asalto contra el gato rubio. El lobo de orejas grises ni siquiera sonríe ante su victoria, simplemente sale del ring, dejando a las masas vitoreando detrás de él, y me encuentro aún más interesada en él. Voy en busca de Gerald Hutting y cuando lo encuentro, ya tiene el contrato listo. Tomo la tableta de sus manos, la leo y luego paso mi reloj sobre ella para sellar mi firma.

—Ahora es tu problema —su voz es áspera y descontenta, sin duda por las monedas que cree haber perdido—. Lo tendré entregado para ti mañana por la mañana. —Miro mi reloj y sacudo la cabeza.

—No, lo quiero en mi casa antes de la medianoche y quiero verlo antes de irme. —Gerald parece que va a discutir, pero Margot levanta una ceja a mi lado.

—¿Hay algún problema? —Casi quiero preguntarle por qué me está ayudando ahora cuando juró que esto era una mala idea, pero guardo mis preguntas para más tarde. Gerald sacude la cabeza, indicándonos que lo sigamos mientras nos lleva fuera de su oficina y por una serie de pasillos.

—Está ahí dentro —resopla y luego se aleja, dejándonos a Margot y a mí con un asistente. No pierdo tiempo y empujo la puerta, encontrando al lobo dentro de la pequeña habitación, paseando por la esquina como un animal enjaulado. Tiene un rastreador alrededor de su tobillo, y frunzo el ceño al ver eso, sabiendo que hay mejores maneras de rastrearlos que no implican humillarlos de esa manera. Cuando cierro la puerta detrás de mí, finalmente me mira y gruñe profundamente en su garganta.

—Eso no es muy amable —le digo, agarrando la silla junto a la puerta y colocándola en el centro de la habitación, sentándome con las piernas cruzadas—. ¿Qué tal si lo intentamos de nuevo? Soy Morgan Cane, ¿cuál es tu nombre? —Él entrecierra los ojos y levanto una ceja, esperando su respuesta.

—Sabes mi nombre —su voz es áspera, como la de alguien que no está acostumbrado a hablar mucho, y con Gerald como su anterior amo, no veo razón por la que quisiera hablar con ese hombre.

—Finjamos que no lo sé —digo sin expresión y él detiene su paseo, girando la cabeza de un lado a otro mientras me mira—. Veo que nadie te enseñó modales. Intentémoslo de nuevo, y espero una respuesta esta vez —le advierto—. Soy Morgan Crane, ¿cuál es tu nombre? —Él resopla un gruñido pero se queda en silencio. Descruzo las piernas y apoyo las palmas en mis muslos, apretándolas un poco antes de levantarme lentamente y caminar hacia el lobo. Él me observa, permaneciendo quieto mientras camino a su alrededor. Alto, incluso cuando llevo tacones. Hombros anchos, músculos por días. Sudoroso y maleducado. Me detengo frente a él y agarro su hombría, hundiendo mis uñas en su carne. Se inclina, gruñendo bajo en su garganta, pero ambos sabemos que no puede moverse, o se lastimará más de lo que ya está.

—Mi nombre es Lluvia Redwood —resopla y lo suelto, no sin antes darle un apretón de advertencia. Se endereza y me mira hacia abajo, con sorpresa y un poco de aprensión brillando en sus ojos.

—La próxima vez que te haga una pregunta, me respondes —observo cómo su nuez de Adán sube y baja y él asiente. Satisfecha, le doy una sonrisa y salgo de la habitación. Esto va a ser divertido.

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