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—Mi turno —gruñó Weston, arrancándola de mis brazos. No luché contra él, necesitaba calmarme. El aroma de su coño era demasiado atractivo. Más tarde, me correría en su garganta.

Retrocedí, luchando por no tropezar mientras ajustaba mis pantalones. Luego agarré un vaso y lo llené con Blackjack—. Es ...