«Tan impaciente».
«Cállate y bésame», responde.
No es necesario que se lo diga dos veces. En un abrir y cerrar de ojos, Lorcan la recoge con un movimiento demasiado rápido para que el ojo humano la vea. Enganchando sus piernas alrededor de su cintura, la lleva hacia la cama mientras sus labios hacen una guerra. Ya es increíblemente duro para ella, sus pantalones se vuelven insoportablemente incómodos cada segundo, ya que su paciencia pende de un hilo.
«Esto...», dice, tirando de la parte trasera de su vestido, «... tiene que quitarse».
«Quítatelo», casi le ordena Elle, como si ella fuera la reina y él el sirviente.
Él gruñe ante la orden, no con un sonido amenazante que la desafíe a volver a darle órdenes, sino más bien con un sonido lujurioso, ya que el tono autoritario de su voz le hace latir los lomos.

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Cada cien años, un nuevo rey vampiro es coronado y organiza un baile en todo el reino en el que debe elegir a una mujer mortal para que engendre un heredero. Cada familia noble está obligada a enviar a una de sus hijas a asistir al baile. 
Tras la muerte de su padre, Elle se convirtió en criada de su cruel madrastra y hermanastras. Pero cuando la familia Clandestine se entera del próximo baile, Lady Clandestine traza un plan para mantener a sus hijas alejadas de las garras del rey vampiro: enviar a Elle en su lugar disfrazada de noble.
Pues, ¿qué posibilidades hay de que el rey vampiro la elija? Y si lo hace, nunca sabrá que no es más que una criada común. Sin embargo, si lo descubre... el castigo será mortal.

Ceniza y sangre

Lorcan la deposita al pie de la cama, colocándose detrás de ella, donde se unen los cordones del vestido. Rodeando su cintura con un brazo, su mano izquierda se posa en su abdomen bajo, justo debajo del ombligo, con los dedos apenas por encima del inicio de su monte. Con su mano derecha, comienza há...

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