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Capítulo 30

| MARCO |

Mi mano estaba tan roja como su trasero.

Jesús, Aurora era un espectáculo digno de ver. Incluso en sus manos y rodillas, esa mujer podía derrumbar mi mundo a sus pies, y yo solo podía rendirme. Su piel estaba cubierta de sudor, su boca entreabierta y su espalda arqueada en anticip...