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67 Sanando el oleaje, parte 2

Héctor sostuvo sus caderas y esperó a que ella se ajustara a su tamaño repentino.

—Eres... eres grande. ¡Oh, Dios! —jadeó ella al sentir su tamaño dentro de ella.

—Gracias a ti. Pero, ¿te gusta? —Héctor exclamó con placer, disfrutando la vista de su compañera sonrojada tratando de apretar sus pare...