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CAPÍTULO 30

La habitación estaba oscura. Mia abrió los ojos y se deleitó en la oscuridad, simplemente sintiendo las respiraciones entrar y salir. Estaba viva. Y aunque había ecos de un dolor desesperado que amenazaban con sacarla de su recién encontrada paz, no era nada comparado con el ardiente fuego del Attap...