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En ese momento, Hania parecía un conejo terco con sus ojos rojos pero decididos.

Aunque David quería gritarle, tenía miedo de asustarla. Tampoco podía convencerla, ya que seguía llorando.

Con eso, Hania siguió ignorando a David hasta la hora de la cena.

Incluso si David le llevaba el arroz congee...