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Al escuchar esto, David no pudo evitar reír. ¡Esta pequeña tonta!

¡Era demasiado inocente!

Parecía que estaba condenada en sus manos.

En ese momento, David no pudo evitar abrazar a Hania con más fuerza. —Niña tonta, eso es para ti—. Pero en verdad, ella no tendría la oportunidad de usar la riquez...