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Aturdida por el rugido de David, Hania lo miró como un pequeño y débil conejo.

Al ver esa mirada en sus ojos, el corazón de David se ablandó. No solo dejó de regañarla, sino que también no pudo evitar arrepentirse en su corazón por haberla asustado con su tono severo.

Cuando miró sus uñas que habí...