




07. «VISTA DESDE LA VENTANA».
ISABELLE NASH
Mientras el autobús se dirige hacia la universidad, observo la ciudad pasar a través de la ventana empañada por la lluvia. Los edificios grises se mezclan con la niebla, creando una escena melancólica. El sonido de los neumáticos sobre el asfalto mojado resuena en la cabina, acompañado por el murmullo de los pasajeros y el suave vaivén del vehículo.
Mi mirada se dirige al interior del autobús, donde la gente está absorta en sus propios mundos. Algunos están enfrascados en sus teléfonos, otros susurran en voz baja a sus compañeros de viaje. La atmósfera es tranquila, casi pacífica, a pesar del caos exterior.
A medida que el autobús se acerca a la parada cerca de la universidad, la sensación de familiaridad con el hombre misterioso sigue martillando en mi mente. Su voz resuena en mis oídos, y me pregunto de dónde podría conocerlo.
Cuando me levanto para bajar del autobús, un pensamiento repentino me golpea: olvidé mi paraguas. Recuerdo vagamente haberlo dejado en algún lugar mientras hablaba con él. Me quejo para mis adentros por la distracción y decido enfrentar la lluvia sin él.
Camino hacia la universidad, desviándome hacia la fraternidad donde vivo. La lluvia cae pesada y fría, empapando mi ropa y dejándome temblando. Llego a la fraternidad completamente empapada, con el pelo pegado a la cara y la ropa adherida a mi cuerpo.
Tan pronto como entro, me encuentro cara a cara con Amara, mi compañera de cuarto, y Simon, a quien no esperaba ver tan pronto después de lo que pasó en el baile. Mi corazón se acelera y mi rostro se pone pálido al instante. No estaba lista para enfrentarlo de nuevo, especialmente después de pensar que podría haberme rendido a él en el baño. Tratando de disimular mi incomodidad, fuerzo una sonrisa nerviosa y hago un rápido gesto con la cabeza antes de apresurarme hacia mi habitación, deseando poder desaparecer.
—¡Belle, espera! —la voz de Simon resuena por la escalera, pero lo ignoro, corriendo hacia mi habitación.
Al cerrar la puerta detrás de mí, puedo escuchar sus pasos rápidos subiendo las escaleras, el sonido resonando en el pasillo vacío de la fraternidad. Mi corazón late erráticamente en mi pecho, el miedo y la ansiedad mezclándose dentro de mí mientras me apresuro a quitarme la ropa mojada.
Justo cuando estoy a punto de ponerme una camiseta, escucho el pomo de la puerta girar, y mi corazón salta a mi garganta. Sobresaltada, me vuelvo para ver a Simon parado en la puerta, sus ojos fijos en mí con una mirada de sorpresa y algo más difícil de definir.
—Simon, ¿qué haces aquí? —mi voz sale en un susurro tembloroso, la vergüenza consumiéndome al darme cuenta de que casi me pilla cambiándome.
Él parece recuperar la compostura rápidamente, pero la tensión entre nosotros es palpable. Simon intenta articular algunas palabras, pero no sale nada. Ignoro la sensación de vergüenza, agarrando la toalla en la cama para secarme el pelo.
—Necesitamos hablar, Belle —dice finalmente, su voz suave y seria, haciéndome temblar involuntariamente.
Trato de evitar su mirada, girando mi rostro para seguir secándome el pelo. Pero antes de que pueda escapar, siento su mano sujetando suavemente mi brazo, su presencia tan cerca que puedo sentir el calor de su cuerpo.
Mi corazón late aún más rápido, y finalmente me obligo a mirarlo, encontrando sus ojos intensos fijos en los míos. Sé que no puedo huir de esta conversación por más tiempo.
—No has respondido mis llamadas, no contestas mis mensajes. Me disculpé por no terminar nuestra conversación, pero fui sincero cuando te dije todo eso —dice, su voz cargada de preocupación y frustración.
Un nudo se forma en mi garganta mientras trato de encontrar las palabras adecuadas para explicar.
—Simon, no se trata de eso —murmuro, luchando contra las lágrimas que amenazan con escapar—. Se trata de lo que pasó esa noche en el baile. Yo... pensé que estaba contigo, pero luego te vi con Evelyn, y...
Mi voz se apaga, el recuerdo de esa noche volviendo, trayendo una oleada de emociones.
—¿Qué pasó esa noche? —pregunta Simon, sus ojos buscando los míos intensamente, tratando de entender mi aprensión. Respiro hondo, luchando contra el impulso de revelar la verdad.
—No es importante —digo evasivamente, mirando hacia otro lado. Simon frunce el ceño, claramente insatisfecho con mi respuesta.
—Belle, has estado actuando extraño desde esa noche. Necesito saber qué pasó. —Su insistencia empieza a irritarme, y la frustración burbujea dentro de mí.
—Simon, por favor, olvida esa noche —respondo, mi voz cargada de irritación—. No fue nada, no importa. Dejémoslo atrás y sigamos adelante.
Él parece sorprendido por mi reacción, pero finalmente cede, aunque su expresión aún muestra preocupación.
—Está bien, si así lo quieres —murmura, antes de salir de la habitación, dejándome sola con mis pensamientos.
Escucho el sonido de la puerta cerrándose de golpe, lo que me sobresalta. Camino con la toalla hacia la ventana, observando la fuerte lluvia afuera. Simon sale de la fraternidad con pasos decididos hacia el campo de la universidad, su sudadera con capucha protegiéndolo de la lluvia.
Entonces, algo llama mi atención. Un hombre con un abrigo negro y una capucha está afuera, mirando directamente a mi ventana. Parpadeo varias veces, tratando de asegurarme de que no estoy imaginando cosas.
Pero ahí está, inmóvil bajo la lluvia torrencial, su mirada fija en mí. Un escalofrío recorre mi espalda, y una sensación de incomodidad se instala dentro de mí. ¿Quién es este hombre y por qué me está observando?
Escucho el crujido de la puerta abriéndose y me giro rápidamente, viendo a Amara entrar en la habitación con una expresión preocupada en su rostro.
—Belle, ¿estás bien? —pregunta, su mirada pasando de la ventana a mí.
—Sí, estoy bien. Solo... distraída. —Fuerzo una sonrisa, tratando de parecer tranquila. Amara frunce el ceño, claramente no convencida por mi respuesta evasiva.
—Has estado actuando raro últimamente, Belle. ¿Qué pasó entre tú y Simon?
La pregunta de Amara hace que mi pecho se apriete, pero antes de que pueda responder, mi mirada vuelve involuntariamente a la ventana. El hombre con el abrigo negro y la capucha sigue ahí, su presencia misteriosa me intriga profundamente.
—No fue nada, Amara —murmuro, apartando la mirada de la ventana nuevamente—. Solo una charla. No quiero hablar de eso.
Amara parece querer insistir, pero luego sigue mi mirada hacia la ventana y parece notar al hombre bajo la lluvia. Sus ojos se entrecierran con confusión.
—¿Quién es ese? —pregunta, su voz llena de curiosidad.
Antes de que pueda responder, siento una irresistible necesidad de volver a mirar al hombre misterioso afuera, su presencia me hipnotiza completamente.
—No lo sé, tal vez ni siquiera esté mirando hacia aquí —me encojo de hombros, tratando de ignorar la sensación de que realmente me está observando. Pero entonces, para mi sorpresa, veo al hombre bajar la cabeza y girar sobre sus talones como si estuviera a punto de irse.
El alivio me invade, pero al mismo tiempo, una inquietud persistente permanece. ¿Quién era ese hombre y por qué me estaba observando? Su imagen queda grabada en mi mente, dejándome con la inquietante sensación de que esta no sería la última vez que lo vería.
—Tal vez sea algún ex de las chicas de la habitación de al lado. Una de ellas dijo el otro día que su ex la estaba acosando. Cosas locas, ¿eh? —sugiere Amara, su voz casual mientras se sienta en la cama, mirándome con una sonrisa.
—Sí, podría ser —respondo vagamente, pero mi mente sigue en la figura misteriosa que vi afuera. Miro la ventana una vez más, esperando a medias verlo de nuevo, pero el hombre se ha ido, dejando solo la lluvia implacable cayendo afuera.
Amara sigue hablando, compartiendo algunas historias divertidas sobre sus clases y compañeros, pero me encuentro distraída, pensando en el hombre con el abrigo negro y la capucha. ¿Quién era y por qué me dejó tan intrigada?
—Mañana es tu entrevista, ¿estás emocionada? —dice Amara con una voz emocionada, aplaudiendo.
—Sí, estoy emocionada, pero también un poco nerviosa —confieso—. Es una gran oportunidad, y espero que todo salga bien. —Sonrío, tratando de desviar mis pensamientos de la ventana.
Me dejo caer en la cama, mirando a Amara sonriendo toda emocionada.
—¡Estoy segura de que lo harás genial! Y recuerda, si no funciona, lo cual dudo, estaré aquí para levantarte y llevarte a otra para mostrarles que eres una excelente diseñadora de joyas.
Su apoyo calienta mi corazón, y le agradezco sinceramente.
—Gracias, Amara. Eres la mejor amiga que alguien podría tener.
Ella se levanta, sonriendo.
—Lo sé. Ahora, te dejaré descansar y prepararte para el gran día. ¡Buena suerte, Belle!
Después de que Amara se va, me quedo sola en la habitación. Camino hacia la ventana, mi mirada buscando a ese hombre, cuya presencia me intrigó tanto. ¿Está ahí afuera de nuevo, observándome? Busco cualquier señal de su presencia en la densa lluvia afuera, pero todo lo que veo son gotas de agua golpeando el cristal, oscureciendo mi vista.