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XLVI. Dolor y placer

Ella lo observaba entre sus piernas, con el ceño fruncido profundamente, cada lamida de su lengua hacía que su expresión se intensificara.

Gimió. —Eksel.

—Mmm. —Él murmuró, manteniendo su rostro enterrado entre sus labios mientras sus dedos se hundían en su piel.

Su cabeza se movía en círculos co...