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XXIX. Ríndete ante mí

Elva no pudo dormir esa noche.

Ni las cuatro noches que siguieron. Se quedaba con los ojos bien abiertos al lado de Agnar mientras él dormía profundamente, como si nada hubiera pasado entre ellos.

Cada noche, él le hacía lo mismo, y lo repetía cada mañana. Su cuerpo siempre respondía, y ella comen...