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XXVII. Nacido de mentiras

Elva se sentó al borde de la cama, con los dedos rozando sus labios.

Hizo una mueca, sabiendo que habría un moretón. Su cuerpo se sentía entumecido, su cerebro zumbaba mientras intentaba olvidar el toque brusco de Agnar.

Con una inhalación, se levantó, arrastrando los pies hacia su baúl. Se dejó c...