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XXIII. Di mi nombre

Elva dejó que sus labios lucharan, tiraran y jugaran con los de él. Se entregó a la sensación de tener a Eksel tan cerca, de sentir su aliento en su rostro y compartir un acto tan íntimo. Le encantaba la sensación de él y ella, ella y él. Gimió en su boca, una ola de escalofríos recorriendo su colum...