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XIX. Terror a la luz de la luna

Elva miró hacia abajo, hacia sus manos. La mano callosa de Agnar envolvía la suya, igual que la de Eksel.

Lo miró con cautela, la duda la retenía de decir algo. Los hermanos tenían aproximadamente la misma altura, pero Agnar era definitivamente más corpulento. Aparte de eso, no tenían nada en común...