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Como si pudiera leer su mente, los labios de Rafiq se curvaron en una sonrisa astuta.

—Sabes, debería hacer que pagues por mi tintorería. Ya que te has encariñado con mi vestuario —cruzó los brazos sobre su pecho mientras sus ojos perforaban agujeros castaños en ella.

—Te dije que no tenía nada de...