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Ziza se encontró atrapada en su agarre. Su mano formó un firme apretón alrededor de su nuca. La presión no era suficiente para lastimarla, pero sí lo bastante firme como para que sus dedos no pudieran deshacer su sujeción.

—¿Te atreves a abofetearme? —La agarró por los brazos, obligándola a sostene...