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Tu audacia me excita

—¿Qué estás haciendo? —chilló Arabella.

Golpeó el pecho de Sandro mientras sus pies chocaban con el frío suelo de baldosas.

Él le agarró la mano, torciéndola hacia su espalda, y ella gimió de dolor.

—Dios mío, mira tus hermosos globos gemelos buscando atención cuando ni siquiera me he concentrado...