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Quiero que grites

—Haz bien en tenerlo en cuenta —sonrió Sandro.

Ella lo observó mientras se dirigía a la puerta.

—Ciao —se giró y le lanzó un beso antes de guiñarle un ojo.

Arabella soltó un suspiro de alivio en cuanto él se fue.

Se tumbó en la cama y miró al techo.

Su cuello aún dolía por el firme agarre de Sa...