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—Oh no —murmuró Layla mientras se levantaba del suelo.

—Malditos tacones —maldijo, quitándoselos de las piernas mientras se ponía de pie. Esos estúpidos tacones la habían retrasado, y ahora uno de los hombres de Hayes corría hacia ella.

Layla estaba más que sorprendida por lo que estaba ocurriendo...