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Recibir lo que das

La mañana siguiente

Cayden se acurrucó en el cuello de Anastasia mientras las burbujas del baño le cosquilleaban la nariz. Recostada con la espalda sobre su pecho, ella se rió.

—¿Planeas mantenerme prisionera en el baño todo el día?

—Tal vez —respondió él, besándole la mejilla—. Estoy muy feliz...