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Capítulo treinta y dos

Capítulo Treinta y Dos

La mirada de Bruno nunca vaciló, sus ojos se clavaron en los míos con una intensidad que hizo que mi corazón se acelerara. Su mandíbula se tensó y su voz fue baja y distante cuando finalmente habló.

—No eres nada, Verónica. Solo una conocida.

Las palabras me golpearon como ...