Capítulo 3
Es la primera vez que oigo hablar de todo esto. Claro, mantenerla alejada de los chicos siempre ha sido una prioridad, como supongo que lo es para cualquier padre en la posición de mi jefe. No quiere que ande por ahí, desperdiciando dinero en fiestas y drogas como algunos chicos en su posición tienden a hacer—chicos que se acuestan con sus compañeros. Espera más de ella que eso.
Pero es solo para asegurar el mayor retorno posible cuando la case.
—Bueno, supongo que querrás irte a la cama antes de empacar tu habitación... a menos que quieras divertirte un poco con Melissa aquí —sonríe el Sr. Morelli mientras señala a la chica en el suelo—. Puede que no sea intocable, pero le gusta hacer el papel, y es lo suficientemente estrecha como para hacerte creerlo —se ríe.
Miro a la chica, que me sonríe, sus ojos brillando con anticipación. Saca el pecho, intentando seducirme, pero no hay nada que pueda hacer para despertar mi interés. Solo una mujer me excita, y si su padre lo supiera, no me enviaría a Blackthorn.
—Gracias por la oferta, pero como dijiste, mejor me voy a la cama. Gran día mañana.
—Por supuesto. Mira, por eso confío en ti con Mia. No dejas que tus deseos te guíen como la mayoría de los hombres. Si él supiera.
Vuelve a su escritorio, el lugar donde pasa tanto tiempo. Allí se hacen y se rompen tratos. También se han sellado los destinos de muchos.
Solía pensar que era un golpe de suerte, una especie de ascenso, pasar de ser uno de los matones contratados del jefe a un cómodo trabajo en interiores cuidando a una hija adolescente de la que nadie sabía hasta que apareció. Qué equivocado estaba.
Y ahora, solo seremos nosotros dos. Nadie para vigilarnos. Ninguna razón para contenerme cuando el deseo de admirarla se vuelva abrumador.
Ahora mismo, me siento mal por mí mismo. No soy del tipo que se queja o culpa a otros por sus problemas. Ese no es mi estilo. Pero si lo fuera, estaría tan abatido y disgustado como nunca.
Es bastante malo tenerla cerca todo el tiempo aquí, donde la constante amenaza de ser descubiertos nos mantiene a raya. ¿Qué pasa cuando estemos solos, sin esa amenaza? ¿Cuán fuerte se supone que debo ser?
Estuve en mi punto más fuerte esa noche junto a la piscina—nunca en mi vida me habían puesto a prueba como ella lo hizo entonces. Era como si supiera cada fantasía sucia que había tenido sobre ella desde que su padre me asignó para vigilarla. Como si las hubiera sacado directamente de mi cabeza, estando allí ofreciéndose a mí.
Merezco una medalla por mi contención. Solo una comprensión cristalina de las consecuencias me impidió ceder.
Desde entonces, ha sido insoportable. Nunca fue callada o tímida, pero ahora parece decidida a volverme loco, como si cada día pensara en nuevas formas de ponerme a prueba. Respondiendo, poniendo los ojos en blanco, dando portazos como una niña mimada.
Es mejor así. Sé que la lastimé cuando la rechacé. Vi las lágrimas, y tendría que estar ciego para no notar lo rápido que huyó de vuelta a la casa. Parte de mí quería correr tras ella, consolarla. No soy un desalmado. No quería causarle dolor.
Pero maldita sea, yo sería el que sufriría si hiciera lo que cualquier otro hombre habría hecho en mi lugar. Podría haber sido servida en bandeja de plata. Rechazarla fue probablemente lo más difícil que he hecho, lo cual dice mucho, dado mi historial.
Ella no sabe. No puede saber cómo me atormenta en mis sueños, en mis fantasías—la mayoría de ellas oscuras y retorcidas. Las cosas que he imaginado hacerle... si tuviera alguna idea, se mantendría alejada de mí, temerosa de lo que podría pasar. Ella es intocable, y ¿qué significaría para mí ser el que cambie eso?
No puedo permitirme pensar así. Es peligroso. Incluso si juro que no actuaré sobre estos pensamientos, solo imaginarlo intensifica la tentación, haciéndolo casi imposible de resistir. No debo ni siquiera dejarme acostumbrar a pensar de esta manera.
Especialmente ahora que vamos a estar solos. Nadie para vigilarme.
¿Cómo diablos se supone que debo resistirme cuando la última delgada barrera entre nosotros desaparezca?