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EPÍLOGO

CELESTIA

Mi estómago daba vueltas, mis palmas estaban sudorosas y mi corazón galopaba.

Me voy a casar.

Se me puso la piel de gallina. No era el nerviosismo de la boda, sino la idea de una boda tradicional, esparcida con pétalos de rosa, pajes y invitados; todo parecía una fantasía o una ilusi...