Read with BonusRead with Bonus

CUARENTA Y OCHO

CELESTIA

No me molesté en mirar atrás cuando la puerta se cerró detrás de mí mientras me lanzaba sobre la cama y enterraba mi rostro en las almohadas. Montones de tristeza se apilaban sobre mí, como bloques gigantes de ladrillos que me asfixiaban por dentro y por fuera. Dejándome llevar, apreté...