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CUARENTA Y SIETE

CELESTIA

La mirada de Raffaele se posó sobre mí como una calma letal. En el momento en que intentó moverse hacia mí, lo detuve con una palma levantada.

—No —gruñí entre dientes apretados—. Déjame en paz.

A pesar de la advertencia, él se acercó más.

—Celestia...

—¡Dije que me dejes en paz! —...