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Capítulo sesenta y tres: Su

—¡Han pasado seis malditas horas, Neal! —grité, con la ira y el miedo sacudiendo todo mi cuerpo—. ¡Necesito encontrarla!

Neal me fulminó con la mirada mientras se apoyaba contra la pared de cemento. Sus nudillos estaban blancos de tanto apretar sus bíceps. Hicimos este mismo baile hace una hora cua...