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Capítulo cuarenta y siete para ella

Neal me observó por unos momentos más antes de girar la cabeza y hablar. Sus palabras sonaban distorsionadas, y mi cuerpo se sentía como plomo. Todo giraba, y sentí náuseas. Mis ojos se cerraron solos, y escuché las conversaciones a mi alrededor. La voz de Neal llegó en un tono torturado:

—Maldició...