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93. PROSTITUCIÓN

SARAH COX

Me senté en mi habitual silla de madera mirando a Mark mientras comía. No se molestó en llamarme y me dejó claro que, a menos que él me diera comida, no podría comer.

—¿Tienes hambre? —me preguntó y negué con la cabeza.

Mentiras.

Mentiras.

Tenía hambre. Mi estómago gruñía y no tenía na...