




5. Lágrimas
SOPHIA CASTILLO
De repente, perdí el apetito. No es que dijeran algo malo sobre mí, pero odiaba parecer lastimera.
Les sonreí débilmente antes de darme la vuelta para irme.
—Señora —escuché la voz de la criada que me había llevado a la cocina y me detuve en seco.
Incliné la cabeza para mirarla—. Sí —respondí.
—¿No vino a buscar algo? Quiero decir, si cambió de opinión, podría llevarle algo para que coma en su habitación —me dijo.
Le sonreí agradecida—. Gracias, pero estoy bien. Le avisaré cuando tenga hambre —le dije y continué mi camino.
—¿Cómo te llamas? —le pregunté a la criada, deteniéndome una vez más.
Ella me sonrió—. Sarah —dijo y asentí con la cabeza.
Escuchar su nombre me recordó a mi hermana mayor.
Caminé en silencio hacia la habitación. No había podido hacer nada desde la mañana por culpa de Adrian.
Fui al baño, me cepillé los dientes y me bañé antes de salir y ponerme la misma ropa que Adrian me había dado para usar ayer.
Aún no había recogido mi ropa de la mansión de mis padres y no tenía a nadie que me llevara allí ni dinero para ir a casa de mis padres.
Me senté en el suelo y abracé mis rodillas mientras lloraba en silencio.
HACE DOS SEMANAS
Toqué la puerta de la habitación de mi hermana. Era hora del desayuno y ella aún no había bajado.
—Sarah, ¿estás ahí? —pregunté antes de volver a tocar la puerta al no recibir respuesta.
—¡Sarah! —llamé de nuevo.
Al no recibir respuesta por tercera vez, abrí la puerta y entré.
—Sarah —llamé al poner un pie en su habitación. No era propio de ella no estar abajo para el desayuno a esta hora.
Ella siempre es la que me despierta.
Suspiré al quitar el edredón y ver que no era ella quien estaba durmiendo, sino unas almohadas. Fruncí el ceño, confundida, preguntándome por qué habría puesto almohadas bajo el edredón.
No escuchaba el agua de la ducha, pero aun así fui al baño para ver si estaba allí y no lo estaba. El pánico me invadió al no verla en su balcón ni en ningún otro lugar. Esto no era propio de ella.
Salí corriendo de la habitación para informar a mis padres.
—Mamá, papá —llamé su atención.
Ambos inclinaron la cabeza para mirarme.
—¿Sí? —respondieron al unísono con una expresión de interrogación en el rostro.
—¿Qué pasa? —preguntó mi madre.
—Sarah no está en su habitación —les informé.
—¿Qué quieres decir con que no está en su habitación? —preguntó mi padre.
—Sarah no está en su habitación. Revisé su baño y su balcón, pero no está en su habitación —dije.
Mi madre se levantó de donde estaba junto a mi padre y todos volvimos a su habitación para buscarla.
No pudimos encontrarla. Mi madre recorrió la mansión buscándola, pero no estaba allí.
—No puedo encontrarla, yo... la vi durmiendo anoche antes de irme a la cama —dijo mi madre frenéticamente.
—No era ella quien estaba durmiendo. Puso almohadas bajo su edredón para que pareciera que era ella —les dije.
Mi madre jadeó—. Sarah... no... No. No es posible —mi madre sacudió la cabeza vigorosamente.
Mis ojos se dirigieron a la almohada y vi una carta debajo de ella. Fruncí el ceño antes de intentar tomar el papel.
Después de tomar el papel, jadeé al ver el encabezado.
Queridos Mamá, Papá, Sophia,
Lamento haberme ido de esta manera sin informarles a ninguno de ustedes. Lo siento, pero no puedo seguir haciéndolo.
No puedo casarme con Adrian.
Él no es un ser humano. Es una bestia y una persona sin corazón y no puedo seguir actuando como si estuviera bien cuando no lo estoy.
No puedo casarme con él también porque hay otro en mi corazón y espero un futuro feliz con él.
Por favor, no me busquen porque estaré bien.
Lo siento una vez más y los quiero a todos.
Las lágrimas corrían por mis mejillas mientras recordaba cómo empezó todo y por qué tuve que casarme con Adrian en lugar de mi hermana.
Mi padre se negaba a que me casara con Adrian, temía que yo también huyera como Sarah si lo hacía, pero yo estaba decidida.
No solo iba a ir a la cárcel si no podía devolver el dinero a los inversores, sino que también nos quedaríamos sin hogar y no podía soportar eso, así que insistí en que me dejaran casarme con él.
Rogué a mi padre durante días antes de que aceptara.
Desde el día en que conocí a Adrian hasta este mismo momento, todo lo que he sentido ha sido dolor y entendí por qué mi hermana tuvo que irse.
Me limpié rápidamente las lágrimas de los ojos cuando escuché el sonido de la puerta abriéndose.
Levanté la cabeza para ver que era Adrian y ahora estaba parado frente a mí con una expresión en blanco en su rostro.
—¿Vas a llorar todo el tiempo? ¿Por qué haces esto? ¿Crees que te voy a tener lástima si te veo llorar? —preguntó antes de ponerse en cuclillas a mi altura.
Mis ojos se encontraron con los suyos y me estremecí un poco.
—¿Sabes qué tipo de personas odio más? —preguntó retóricamente.
—Odio a las personas que lloran y a las personas que siempre quieren hacerse las víctimas, ¿y sabes por qué?
—Es porque esas personas son muy peligrosas y ni siquiera te darás cuenta cuando quieran apuñalarte porque saben manipular a los demás muy bien —dijo, enfatizando sus palabras mientras me miraba profundamente a los ojos.