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3. No sueñes

SOPHIA CASTILLO

Quería decirle que no quería el vestido de una mujer que no conozco.

Nunca fui fan de compartir ropa y nunca compartí ropa con mi hermana, aunque teníamos la misma complexión.

No quería usar el pijama de otra mujer y como no podía decírselo, comencé a llorar.

—¿Qué demonios te pasa? —escuché decir a Adrián con dureza y me estremecí por su tono.

—Eres increíble. ¿Crees que me conmoverán esas lágrimas de cocodrilo? ¿Por qué lloras y qué te hice? —Sacudió la cabeza con incredulidad y sollozé un poco.

—Sabía que eras una hipócrita, pero nunca esperé que fuera tan malo. Te di algo para que te pusieras y ¿estás llorando? ¿Qué? ¿Qué quieres de mí? —preguntó.

Me mordí el labio inferior y rápidamente me limpié las lágrimas. —Yo... —Quería hablar, pero me costaba formar palabras en mi cabeza.

—¿Tú qué? ¿Piensas que porque no estamos casados seremos una pareja de verdad? —Chasqueó la lengua.

Adrián se inclinó hacia mí y tragué saliva con sorpresa. Me apartó un mechón de cabello detrás de la oreja y olvidé cómo respirar.

Es lo más cerca que hemos estado y eso hizo que mi corazón latiera con fuerza en mi pecho. Al principio me miraba cálidamente y antes de darme cuenta, esa mirada fría suya regresó.

—Lo que tenemos entre nosotros no es real, Sophia. Nos casamos porque mi abuelo quería que lo hiciera y tus padres necesitaban ayuda, así que él lo vio como la oportunidad perfecta para casarme. Además, tú no eras la primera opción, tu hermana fue la que conocí primero, pero tú llegaste una semana después y quiero saber por qué. ¿Dónde está ella y por qué no vino a nuestra boda? ¿Se dieron cuenta tus padres de que ella no podría hacer el trabajo y decidieron enviarte a ti en su lugar? Dime —exigió, susurrándome lentamente.

Todo el tiempo que hablaba, acariciaba mi oreja y yo lo sentía. Entreabrí los labios ligeramente mientras lo miraba.

—Dime, Sophia. ¿Cuáles son los planes de tus padres? Dímelo con sinceridad y podría perdonarlos y ayudarlos.

Fruncí el ceño. No entendía a qué se refería ni qué quería decir. —¿Planes? —pregunté retóricamente.

—¿Qué planes? —logré preguntar.

—Sabes muy bien cuáles son sus planes. Quieren apoderarse de mi empresa, ¿no es así? Te casaste conmigo para seducirme y hacer que te entregue todas mis propiedades a ti y a tu familia, ¿no es así? Vamos, dímelo. Quiero decir, esa podría ser una de las principales razones por las que tu hermana fue retirada. Ella no pudo hacerlo, ¿verdad?

Adrián deslizó su dedo índice por mi rostro y terminó en mis labios. —Quiero decir, mírate, eres hermosa y tus ojos... —Chasqueó la lengua y rozó su pulgar contra mis labios.

—Vieron que eras la perfecta para el trabajo y decidieron casarte en su lugar, pero ¿adivina qué? —Se inclinó hacia mi oído y sentí cómo se me erizaba la piel.

Estaba muy nerviosa y mi corazón no ayudaba, ya que latía más rápido de lo normal y podía sentir los latidos en mi cabeza como si alguien estuviera golpeándola.

—Nunca serás capaz de seducirme. No podrás acercarte a mí. No verás ni cuidado ni apoyo de mi parte. No pasará nada entre nosotros y eso es una promesa. Si piensas que te tocaré o que me sentiré tentado, estás equivocada. Debes saber que eso no sucederá y nunca te hagas ilusiones —explicó.

Se puso de pie. —Pronto desentrañaré tu secreto y cuando finalmente lo descubra, tú y tu familia sufrirán las consecuencias y eso no es todo, me aseguraré de que sufras más que las consecuencias y nunca hago amenazas vacías.

—Cámbiate con eso y ni pienses en llorar. Conozco a mujeres como tú. Este truco tuyo podría haber funcionado con otro hombre, pero definitivamente no funcionará conmigo, en absoluto.

—Además, no dormirás en la misma cama que yo, te encuentro impura e indigna de dormir en la misma cama que yo. En tercer lugar, te ocuparás de tus asuntos. No intentes acercarte a mí y nunca invadas mi privacidad. Podrías ser mi esposa, pero eso es todo, eres mi esposa y nada más. No intentes tocar mis cosas ni por error toques mis cosas porque no lo toleraré.

—No tenemos más remedio que ser cordiales el uno con el otro cuando estemos fuera, pero no exageres tu parte de intentar ser muy amigable conmigo. No lo aceptaré, en absoluto. No sobrepases tus límites e intentes ser la esposa amorosa en público porque odio a las mujeres falsas más que nada.

—Por último, no tienes permitido llamarme por mi nombre y cuando te refieras a mí, usa 'señor' y no me hables a menos que se te pregunte, ¿entendido? —preguntó.

—Sí... señor —respondí casi de inmediato.

Iba a seguir todas sus reglas, después de todo, me favorecían. No quiero acercarme a él ni estar en el mismo espacio que él. Después de todo, no podría tolerarlo, o tal vez sí, porque nunca he sido del tipo que responde a los demás.

—Bien. Puedes ir a dormir en el sofá o en el suelo, donde te sientas cómoda. Ahora levántate —ordenó y yo hice lo que me dijo.

Se subió a la cama, apagó las luces y se fue a dormir, y yo me quedé en la oscuridad, pensando dónde y cómo dormir.

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