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30- Escondiéndola

Los fragmentos rotos de vidrio seguían incrustados en mi piel. Mis pies dolían terriblemente, pero no podía dejar de correr. Salí del salón y me dirigí hacia el coche que estaba afuera.

Cuando me detuve, jadeando fuertemente mientras mis manos temblaban sobre el capó del coche, me di cuenta de que ...