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Capítulo cuarenta y ocho

Ella intentaba dormir. Pero sus lágrimas no se lo permitían. Secándose las lágrimas, dejó caer la sábana de su rostro y miró. Vanessa seguía sentada en la misma silla, sin moverse ni un centímetro. La miró y sonrió. Vanessa le devolvió una sonrisa seca. El timbre de su teléfono le dio una ola de esp...