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Parte sesenta y cuatro

Al recoger el cuerpo inconsciente de Perséfone en mis brazos, supe que mi mundo nunca volvería a ser el mismo. Ella era mi todo, mi razón de vivir, y verla allí tan vulnerable y quieta me aterrorizaba hasta lo más profundo.

La llevé de vuelta a mi cama y la acosté con cuidado, rezando para que desp...