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Capítulo 4.

POV: GABRIEL

—¡Encontré a su hermano! —dije emocionado al entrar en la oficina del restaurante de su hermano.

—¿A quién encontraste, Gabriel? —Daniel me miró.

—¡A nuestra mujer! La vi y fue una conexión instantánea, fue surrealista. La vi y supe que era ella, nuestra mujer, nuestro amor —dijo.

—¿Hablas en serio? —Daniel no lo creía porque desde que era adolescente pensaban que iban a encontrar el amor de su vida, y solo con mirarla lo sabrían, pero ya tenían 37 años y nada había pasado, ya estaba perdiendo la esperanza.

—Sí, y fue exactamente como pensábamos. Fue cuando la vi y supe que era ella, supe que era nuestra esposa —habló Gabriel.

—¿Y dónde está? —pregunté sin creerlo del todo.

—Estudia en la universidad de Fanny, maldita sea, es hermosa, una rubia perfecta —dije al recordarla.

—Si estudia en la universidad de Fanny, todavía es una chica, ¡somos mucho mayores que ella entonces! —dije preocupado.

—¿Y qué tiene eso? ¡Es nuestro amor!

—Resulta que podría rechazarnos porque somos mayores —dije con aprensión.

—No pasará, ella sentirá lo mismo que nosotros, ¡lo sé! —Gabriel estaba emocionado por la chica.

—¿Una rubia? —pregunté con curiosidad.

—¡Una rubia jodidamente hermosa!

—¿Cómo nos encontramos allí de nuevo? Esa universidad es enorme y tiene mucha gente.

—¡La encontraré aunque tenga que buscar en cada rincón de ese lugar! —dijo Gabriel, convencido.

POV: ANTONELLA

El entrenamiento fue mejor con los gemelos, hablaron mucho y me gustaron, ambos eran muy divertidos y amigables, pero cuando el entrenamiento terminó, me alegré de que así fuera.

—¿Nos vemos mañana, entonces, Antonella? —dijo Antonni, sonriéndome. Estos dos eran muy fuertes, deben hacer mucho ejercicio.

—No estoy segura de eso, ¡no creo que vuelva nunca más! —dije riendo, pero sinceramente.

—¿Por qué, Antonella? —Adrian se acercó y se puso muy cerca, lo que me hizo sentir muy incómoda. —¿No te gustó entrenar con nosotros? —preguntó, y solo pude mirar su pecho tonificado que estaba justo a la altura de mis ojos, eran altos.

—Me gustó, pero no tengo la resistencia para enfrentarlo todos los días.

—Los primeros días son los peores, si continúas, te acostumbrarás —dijo Antonni.

—Nunca me acostumbraré, estoy segura, soy muy perezosa, además no quiero aburrirme en el gimnasio —hablé sin pensar, y ellos rieron.

—¿Crees que somos fanáticos del gimnasio? —preguntó Adrian.

—¿Qué? No...bueno, ustedes están en forma...quiero decir, fuertes, quiero decir fuertes...¡deben hacer mucho ejercicio! —me enredé al hablar, Adrian tomó un mechón de mi cabello que se había salido de mi moño y lo puso detrás de mi oreja, me sonrojé y él sonrió.

—Hagamos un trato entonces, vuelve mañana y te entrenaremos nosotros mismos. Si logramos que disfrutes del entrenamiento, saldrás con nosotros por una semana —dijo Adrian.

—¿Qué quieres decir con salir con ustedes? —pregunté confundida y seria.

—No de la manera que piensas, solo salir a cenar, dar un paseo, ir al cine, cosas así —dijo Antonni.

—¿Con ambos? —me sorprendí.

—Sí, con ambos —dijo Antonni. Los miré confundida, pero me gustó la idea.

—¿Y si no me gusta el entrenamiento? —pregunté.

—Entonces, tú eliges lo que quieres de nosotros, y te lo daremos —dijo Adrian.

—¿Cualquier cosa? —los miré con una ceja arqueada.

—¡Lo que quieras, Antonella! —confirmó Antonni.

—¿Estoy incluida en esta apuesta? —dijo Julia. La miramos, por un momento me había olvidado de ella, era tan bueno hablar con estos gemelos.

—Bueno, parece que no tienes problemas con el entrenamiento, esta rubia aquí ya es un desafío personal para nosotros. Somos los dueños del gimnasio y si ella anda diciendo que odia hacer ejercicio después de entrenar en nuestro gimnasio, sería un mal entrenador, y nuestro gimnasio sería visto como terrible, así que no nos malinterpretes, pero este trato es solo para esta rubia perezosa aquí —dijo Adrian suavemente.

Julia nos miró irónicamente y me dio una risa sarcástica, y ya entendí, esa mirada era como darle el dedo medio.

—Está bien, vámonos, ¡vamos al club con las chicas! —llamó Julia.

—Me estoy muriendo, ¡no voy! —dije.

—Sí, vas, lo acordamos hace un mes, es el cumpleaños de Fê y vas, ¡maldita sea! —dijo.

—Perdón por ser entrometido, ¿pero a qué club van? —preguntó Antonni.

—Al nuevo, en el centro, creo que se llama Luxury Torres o Torres Luxury, no recuerdo bien.

—Ah sí, es el club de mi hermano mayor Gabriel —dijo Antonni.

—¿Tienen más hermanos? —preguntó Julia emocionada.

—Sí, otro par de gemelos, mayores que nosotros —dijo Adrian.

—Si son tan guapos como ustedes, ¡preséntenmelos ahora mismo! —dijo Julia y yo me reí.

—Bueno, si nos esperan en la entrada del club, se los presentaré y puedo llevarlas al VIP —dijo Adrian.

—¿En serio? —Julia se emocionó—. Entonces está cerrado, ¿quizás a las nueve? —preguntó Julia.

—De acuerdo entonces, ¡nos vemos pronto! —Adrian me besó en la cara casi en la boca, Antonni hizo lo mismo y se fueron.

—Amiga, ojalá tuviera esa aura de miel tuya, ¡madre mía, dos chicos guapos a tus pies! —dijo Julia—. ¡Eso es porque ni siquiera usas tu persecución a tu favor, si lo hicieras, tendrías ríos de hombres detrás de ti! —me reí a carcajadas.

—¡Cállate, Julia!

—¡Hablo en serio, amiga! —dijo—. ¡A donde vayas hay un hombre queriendo comerte!

—Quien diga que quieren comerme, están locos, solo están siendo amables, y otra cosa es que ambos estén interesados en mí a la vez, ¡no hay manera!

—Porque he visto casos de gemelos que son tan cercanos que terminan con la misma mujer.

—Eso sería una locura, ¡yo, eh!

—¡Sería UCI para ti, Antonella, esos gigantes, te destrozarían! —nos reímos.

—¡Vamos, basta de tonterías!

Cuando llegamos al club, los gemelos estaban en la entrada esperándonos, me miraron intensamente, y me sentí desnuda bajo su mirada. Miraron directamente a mis pechos, elegí un vestido que no me permitía usar sostén y hacía un poco de viento y sabía que mis pezones estaban bien marcados en el vestido.

Y estaba más segura cuando miraron directamente a ellos, miraron con la mayor cara de póker sin importarles si alguien los veía y su mirada de deseo me hizo estremecer y eso hizo que mis pezones se endurecieran aún más.

Sentí mi intimidad muy húmeda con esa mirada en sus ojos.

—¡Antonella está hermosa! —dijo Antonni con los ojos todavía en mis pechos.

—¡Ustedes también chicos! —dije sonriendo.

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