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Capítulo ciento cincuenta y dos

Se recostaron de espaldas, con las piernas entrelazadas y respirando con dificultad. Su mano buscó la de Kelley y él la tomó.

—¿Es esta la parte en la que me dices que tienes que irte y nunca vuelvo a saber de ti?

Kelley se giró para mirarla.

—¿Por qué me preguntas eso?

—¿No era ese tu modus ope...