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CAPÍTULO TREINTA

Sophia Rodrigues.

—¿Hola?

Mi corazón empezó a latir con fuerza.

—¿Tío?

—¡¿Sophia?! ¿Eres tú?

—Sí, soy yo.

—¡Dios mío! ¡Carlos, ven rápido! ¡Sophia está en su celular!

Creo que voy a tener un ataque aquí.

—¿Sophia? Cariño, ¿eres tú?

—Sí, tío.

—¿Dónde estás, niña? ¿Qué pasó? ¡Desapareciste, ...