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76. Suma sacerdotisa

—¡Arabella! —gritó Alexander con un alarido ensordecedor. Sacó la daga de plata del pecho de Arabella con su mano temblorosa y la arrojó lejos. Llamó su nombre, pero ella ya había muerto en el momento en que la plata atravesó su corazón. Zephyr retrocedió, sus ojos pétreos y vacíos mientras miraba e...